
El proceso oncológico, aunque difiere en función del tipo de enfermedad y tratamiento, enfrenta a la persona a una serie de continuas y cambiantes condiciones que amenazan su estado físico, su rutina cotidiana y sus expectativas vitales. En consecuencia, entraña elevados niveles de distrés que se relacionan con la presencia de alteraciones emocionales. Se calcula que entre un 30-40% de los enfermos oncológicos presentan respuestas de ansiedad y depresión en algún momento del curso de la enfermedad.
En el momento del diagnóstico e inicio del tratamiento, en torno a una tercera parte de los pacientes refieren niveles de ansiedad elevados, aunque este porcentaje se reduce con el transcurso del tiempo y a medida que se conocen y afrontan las demandas del tratamiento oncológico. La depresión, sin embargo, es el trastorno más prevalente durante las diferentes fases de la enfermedad. Las cifras varían según los estudios, pero se estima una prevalencia en torno al 25%.
Con el diagnóstico de cáncer, se inicia un periodo de pruebas y tratamientos médicos, con frecuencia desagradables, cuando no dolorosos y cuyos efectos secundarios (nauseas, cansancio, dolor o fatiga, entre otros) incrementan el malestar físico y emocional. Durante esta fase, es probable que las personas se aparten de actividades relevantes y/o agradables para ellas. De un lado, la administración de los tratamientos ocupa parte del tiempo que antes se invertía en las ocupaciones diarias, por lo que, en ocasiones, resulta inviable mantener algunas actividades con la dedicación previa (p.e. actividad laboral). De otro, las limitaciones y malestar físico y emocional derivado de la enfermedad y del tratamiento pueden limitar, en buena medida, la capacidad funcional de la persona e interferir con el mantenimiento de su vida cotidiana.
Generalmente, el entorno social y asistencial, también insta al paciente a dedicar su tiempo y energía en el cuidado de la enfermedad y la recuperación de la salud. Las bajas laborales y/o la asunción, por parte de allegados, de tareas y responsabilidades del enfermo ofrecen, sin duda, un inestimable apoyo que facilita el afrontamiento efectivo de la enfermedad oncológica y mejora su calidad de vida.
En ocasiones, ocurre que familiares y sanitarios con el propósito de minimizar al enfermo sus padecimientos, actúan facilitando un abandono progresivo de las actividades cotidianas de la persona, más allá de lo que justificaría su estado físico y emocional. Al mismo tiempo, puede ocurrir que el/ella, tal y como se le aconseja, delegue o abandone tareas y responsabilidades cotidianas meramente en un afán por sentirse bien.
Ese abandono/evitación de actividades relevantes de la vida de la persona puede producir alivio de forma inmediata. Sin embargo, al apartarse de las tareas cotidianas se están también reduciendo las posibilidades de mantener las situaciones gratas y valiosas de lo que, hasta entonces, era su vida.
En diferentes estudios sobre la calidad del vida del enfermo oncológico se ha observado que, durante la fase de tratamiento los cambios en las rutinas cotidianas se relacionan, de forma consistente, con un estado de ánimo deprimido, valoraciones negativas de la calidad de vida, cansancio, insomnio y dolor. Al concluir el tratamiento, aunque se observa una recuperación paulatina de la mayoría de las actividades, es siempre menor entre los pacientes con un estado depresivo más acentuado.
Nuestro grupo de investigación ha realizado diferentes estudios, con muestras representativas de enfermos oncológicos del Principado de Asturias, sobre la calidad de vida a lo largo de los distintos momentos de la enfermedad y el tratamiento.
Nuestros resultados sobre las principales condiciones que predicen el deterioro de la calidad de vida a lo largo de un año desde el inicio del tratamiento con quimioterapia, nos permiten afirmar que la enfermedad y tratamiento oncológico no conllevan el desarrollo de trastornos psicológicos específicos.
Ahora bien, la evitación de experiencias como estrategia para controlar el malestar (físico y emocional) y la pérdida de actividades relevantes sí se presentan como condiciones centrales para el desarrollo de problemas emocionales (ansiedad y depresión).
El miedo al dolor, la desfiguración, la discapacidad, el abandono, la muerte, estados o momentos de agitación o de tristeza son sólo algunas de las experiencias emocionales aversivas a las que se enfrenta un enfermo de cáncer. Y una reacción habitual es evitarlas, “apartarlas de la cabeza” con la pretensión de “poder ocuparse de otras cosas”. Esta estrategia de control de preocupaciones y emociones amenazantes ha podido aprenderse socialmente. De hecho, cualquiera ha podido ser aleccionado con sentencias tales como: “deja de pensar en las cosas negativas, que sólo te hacen mal”, “piensa en algo agradable para sentirte bien”, «sólo cuando estés bien podrás ocuparte de tu vida» o, incluso, «debes estar bien/ser positivo para mejorar».
Ciertamente, la estrategia de intentar acabar con los pensamientos “negativos” permite un alivio, al menos, a corto plazo. Sin embargo, apartar los pensamientos/emociones no acaba con las condiciones que los provocan y, en consecuencia, vuelven a estar presentes más pronto que tarde.
Además, cuanto mayor sea el esfuerzo por controlar/evitar una situación, mayor presencia cobra. Necesariamente para intentar «dejar de pensar/sentir algo», ese «algo» ha tenido/tiene que estar presente. No necesitaría dejar de pensar en un elefante amarillo, si no he pensado previamente en un elefante amarillo. En este intento de control del malestar, es altamente probable que la persona quede atrapada en un círculo vicioso. Además, cuanto más se afane en librarse de las experiencias dolorosas, más permanecerá apartada de las propias situaciones cotidianas que le proporcionarían bienestar.
Para los pacientes oncológicos (como para cualquier otro individuo) aquellas estrategias de control/evitación del malestar asociado a la enfermedad que suponen limitar sus posibilidades de mantener las rutinas y experiencias gratificantes y valiosas de su vida, se encuentran en la base del desarrollo y mantenimiento de problemas emocionales.
Desde esta perspectiva, los pacientes oncológicos se beneficiarían de una intervención basada en la Activación Conductual para mejorar el afrontamiento de la enfermedad y prevenir alteraciones emocionales. En último término, se trataría de lograr el compromiso del sujeto con el curso de su vida, involucrándose en aquellas actividades capaces de activar sus gratificaciones cotidianas y de mantener conductas saludables como estrategia para eliminar/reducir conductas de enfermedad y de evitación.
Con este propósito el grupo de investigación INTEREPSA viene desarrollando una línea de investigación mantenida en el tiempo sobre la promoción y tratamiento de la calidad de vida y la eficacia e ingredientes terapéuticos de los tratamientos psicológicos, en particular, de la Activación Conductual en pacientes oncológicos.
Para mayor información, pueden consultarse las siguientes publicaciones:
Fernández-Rodríguez, C., González-Fernández, S., Coto-Lesmes, R., & Pedrosa, I. (2021). Behavioral activation and acceptance and commitment therapy in the treatment of anxiety and depression in cancer survivors: A randomized clinical trial. Behavior Modification, 45(5), 822-859. https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0145445520916441
Fernández-Rodríguez, C., González-Fernández, S., & Pedrosa, I. (2020). Psychometric validation of the Environmental Reward Observation Scale (EROS) in breast cancer survivors. Anales de Psicología/Annals of Psychology, 36(1), 74-83. https://revistas.um.es/analesps/article/view/336311
Fernández-Rodríguez, C., Villoria-Fernández, E., Fernández-García, P., González-Fernández, S., & Pérez-Álvarez, M. (2019). Effects of behavioral activation on the quality of life and emotional state of lung cancer and breast cancer patients during chemotherapy treatment. Behavior Modification, 43(2), 151-180.
González-Fernández, S., & Fernández-Rodríguez, C. (2019). Acceptance and commitment therapy in cancer: Review of applications and findings. Behavioral Medicine, 45(3), 255-269.
González-Fernández, S., & Fernández-Rodríguez, C., Padierna-Sánchez, C., Besteiro-González, J.L. & Pérez-Álvarez, M. (2019). Behavioral Activation in cancer: Review of treatments and evidences. Revista Argentina de Clínica Psicológica, 28(II), 140.
Fernández-Rodríguez, C., Paz-Caballero, D., González-Fernández, S., & Pérez-Álvarez, M. (2018). Activation vs. Experiential Avoidance as a Transdiagnostic Condition of Emotional Distress: An Empirical Study. Frontiers in Psychology, 9.
González-Fernández, S., Fernández-Rodríguez, C., Paz-Caballero, M. D., & Pérez-Álvarez, M. (2018). Treating anxiety and depression of cancer survivors: Behavioral activation versus acceptance and commitment therapy. Psicothema, 30(1), 14-20.
González-Fernández, S., Fernández-Rodríguez, C., Mota-Alonso, M. J., García-Teijido, P., Pedrosa, I., & Pérez-Álvarez, M. (2017). Emotional state and psychological flexibility in breast cancer survivors. European Journal of Oncology Nursing, 30, 75-83.
Villoria, E., Fernández, C., Padierna, C. y González, S. (2015). La intervención psicológica en pacientes oncológicos: una revisión de a literatura (2000-2014). Psicooncología: investigación y clínica biopsicosocial en oncología, 12(2), 207-236.
Fernández, C. Villoria, E., Fernández, P. y González, S. (2015). Psicooncología: investigación y clínica biopsicosocial en oncología, 11(2), 199-215.
Fernández, C., Villoria, E., Amigo, I., Padierna, C., Gracia, J. M., Fernández, R., & Peláez, I. (2011). Terapia de activación conductual en pacientes con cáncer. Anales de Psicología/Annals of Psychology, 27(2), 278-291.